miércoles, 27 de mayo de 2009

¿Por qué no hay un colegio de historiadores en México?

Museo Nacional de Antropología de México


El historiador y blogger mexicano Felipe Castro recoge el debate virtual sobre el Colegio Profesional de Historiadores del Perú (Proyecto de Ley Nº 904/2006-CR, dictámen) y analiza las razones por las cuales no existe tal cosa en México, habiendo colegios profesionales de otras ciencias sociales afines. Sus argumentos son bastante claros y contundentes, además de hacer una mejor definición sobre el "intrusismo" profesional que la visión rígida que tienen los miembros del AHIRSA y que la que aparece en el dictámen (p. 2).

Vale la pena recordar que la academia mexicana es una de las más grandes y prestigosas de América Latina, y las agremiaciones y asociaciones de historiadores que existen allí son libres y abiertas a cualquier persona que pertenezca a la comunidad histórica (titulada o no).

¿Por qué existe esta ausencia de representación colectiva de los historiadores mexicanos? Cualquier respuesta será forzosamente especulativa, pero algunos elementos podrían proponerse:

En parte se trata de una consecuencia inesperada de la vocación imperialista de los historiadores. En nuestro pasado remoto tomamos mucho del derecho, luego a mediados del siglo pasado colonizamos la sociología, la economía y la demografía, y más recientemente los posmodernos entraron a saco en la filología. Como consecuencia, no podemos quejarnos si en justa reciprocidad los abogados, sociólogos, antropólogos y economistas incluyen capítulos introductorios de vena histórica o incluso si escriben libros que pueden considerarse pertenecientes al género historiográfico.

Por otro lado, muchas personas sin formación profesional ni en historia ni en ramas afines escriben asimismo obras históricas. Es el caso de los muy numerosos cronistas de pueblos y ciudades (que en México son personajes de cierta importancia, designados oficialmente por los municipios), o del maestro de escuela, político, dirigente sindical o empresario que redacta sus memorias. Y aunque estas obras no tengan los requisitos formales de la academia, muchas veces son de interés y casi invariablemente resultan muy amenas.

En fn, a diferencia de otras profesiones (como la de médico, ingeniero o abogado), el historiador que ejerce su oficio de manera deficiente o descuidada no es una amenaza para la vida o las propiedades de las personas. Para certificar el plano de una construcción, recetar un medicamento de uso controlado, o representar en un juicio civil o criminal a una persona, se requiere el título correspondiente que se demuestra con un documento, la cédula profesional. Yo tengo guardada por algún lado mi cédula profesional que certifica que soy un historiador. Jamás me la han solicitado ni le he encontrado un uso.

En resumen, parecería que al menos en el caso de México la profesión del historiador es demasiado amplia y difusa para ser reducida a los términos estrechos de un colegio o asociación profesional. Esto nos deja sin tener quien tome la voz por el conjunto del gremio, a pesar de que hay situaciones que ocasionalmente lo demandan. Si hubiera alguna forma de representación colectiva, como en todas las cosas de esta vida, resultarían ventajas e inconvenientes. Pero, por lo pronto y por el futuro cercano, este es un problema puramente retórico y especulativo.
Fuente: Peregrinaciones en el pasado

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