sábado, 15 de julio de 2017

Nota de prensa contra el Colegio de Historiadores

En las últimas semanas, más de 200 académicos han manifestado su rechazo a la creación de un Colegio de Historiadores que, de aprobarse en el Congreso, vulneraría la libertad de expresión y la investigación. Bajo la premisa de que un Colegio daría un marco legal a la profesión –que ya la tiene bajo los títulos otorgados a nombre de la Nación–, un grupo de historiadores presentó el proyecto sin consultar con sus pares de otras escuelas y regiones en el país. Como ya muchos lo han hecho notar, los proyectos de ley presentan numerosos vacíos y falencias, que conllevarían al control de la investigación y la producción académica a manos de dicho grupo, además de no tener respaldo técnico en un tema tan sensible como el mercado laboral.

Por ello, diversas instituciones y académicos peruanos y extranjeros han hecho sentir su rechazo a dicho Colegio. Entre quienes han firmado este pronunciamiento destacan: Carlos Aguirre, Jorge Bedregal, Manuel Burga, Juan Castañeda Murga, Paulo Drinot, Elizabeth Hernández García, Nils Jacobsen, María Emma Mannarelli, Nelson Manrique, Carmen Mc Evoy, Cecilia Méndez, Scarlett O’Phelan, Nelson Pereyra, Charles Walker, Antonio Zapata, entre muchos otros.

La lista de adherentes incluye asimismo alumnos, egresados, docentes y autoridades de las nueve escuelas donde se enseña la carrera profesional de Historia a nivel nacional, así como investigadores peruanos y peruanistas radicados en el extranjero. La Academia Nacional de Historia se sumó a este pronunciamiento con un comunicado oficial días atrás, expresando su preocupación por las restricciones que busca imponer dicho Colegio, al encasillar y aislar la Historia respecto de otras disciplinas.

domingo, 9 de julio de 2017

¿Es necesario un Colegio de Historiadores? Columna de Hélard Fuentes Pastor

Siguen apareciendo en los medios columnas que se manifiestan en contra de los proyectos para la creación del Colegio de Historiadores. En esta ocasión, el historiador de Arequipa, Hélard Fuentes Pastor publicó esta columna en el Diario Correo de dicha ciudad el viernes 7 de julio de 2017.


¿Es necesario un Colegio de Historiadores?

Algunos historiadores creen que la oposición a las dos propuestas de creación del Colegio Profesional de Historia se debe a una rivalidad entre Lima y el resto de provincias de nuestro país. Una percepción equivocada ya que profesionales de diferentes regiones se están pronunciando en contra de aquellas «iniciativas legislativas» censuradas mayoritariamente en Lima donde, recordemos, egresa la mayor cantidad de profesionales en Historia pues existen tres universidades que dictan dicha carrera: la Pontificia Universidad Católica del Perú, la Universidad Nacional Federico Villarreal y la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

Por otra parte, se dice que quienes nos oponemos a la creación de dicha entidad no sentimos preocupación por la «empleabilidad» en los futuros profesionales; sin embargo, quienes promueven aquellos proyectos no alcanzan a responder ¿cómo el colegio aseguraría un puesto de trabajo para sus egresados? Y, ¿acaso no compete a las universidades la solución a este problema? Vale entonces, observar el panorama de otras carreras colegiadas que no terminan de solucionar el problema de empleabilidad pese a que su ciencia tiene un ejercicio más específico como la Contabilidad o el Derecho.

Y colocando la cereza en el pastel, se busca que sea un ente regulador de las funciones del historiador, imaginamos que en la investigación (que debe gozar de autonomía), porque en otro sentido nuestro campo ocupacional aún disputa con profesionales igualmente vinculadas a nuestro quehacer: pedagogos, archiveros, bibliotecólogos, etcétera. ¿Qué se hizo primero… el campo laboral o el colegio? Entonces, es un saludo a la bandera.

Tampoco entiendo cómo es que actuaría el Colegio de Historiadores frente a casos de corrupción, incompatibilidad laboral, plagio, politización y otros males lamentablemente arraigados en las escuelas profesionales. ¿Serían destituidos? A razón de esto, deberíamos comenzar expiando algunos simpatizantes que desprestigian a quienes se encuentran a favor del mentado colegio.

sábado, 8 de julio de 2017

"Populismo histórico": columna del Dr. Jesús Cosamalón


Este fin de semana estamos posteando algunos artículos de interés que han aparecido en los medios en los últimos días. Hoy tenemos la columna del Dr. Jesús Cosamalón, Coordinador de la Sección de Historia del Departamento de Humanidades (equivalente a Director de Escuela) y Director de la Maestría en Historia de la Pontificia Universidad Católica del Perú. La nota apareció originalmente en la página web de Noticias SER


Populismo histórico

Lo peligroso de las propuestas que se fundamentan en las necesidades reales de otros, aunque no tengan propuestas concretas para solucionarlas, es que siempre generan esperanzas. Los defensores de los proyectos de ley para la creación de un Colegio de Historiadores del Perú afirman que con esa institución mejorarán las oportunidades laborales de los historiadores, difundiendo una ilusión que no podrán cumplir. Las razones son varias. La primera, dan por hecho que el mercado reaccionará positivamente ante la colegiatura, lo cual es falso. Por ejemplo, actualmente son muchos los bachilleres y egresados que trabajan en puestos que solo ocuparían los licenciados en historia (por ejemplo en archivos privados y públicos). Si ahora su situación laboral es precaria, lo cual debe cambiar, con el Colegio su situación sería peor pues solo les quedaría ser practicantes y les facilitaría su explotación. Otra razón para que el mercado no reaccione favorablemente es que con la obligación de contratar licenciados no se asegura la incorporación de los más preparados para una labor de investigación, asesoramiento, planificación, etcétera. Lo más probable es que las instituciones, públicas y privadas evadan esa ley privilegiando perfiles que eviten a los historiadores. ¿La razón? Existen muchos licenciados sin tesis, solo por examen de titulación, lo cual es perfectamente válido, pero no los convierte en especialistas. Además, el título otorgado a nombre de la nación solo autoriza el ejercicio de una carrera públicamente, no avala especializaciones ni investigaciones y los colegios profesionales ratifican la validez de ese ejercicio para un espacio, región o país. Si se aprueba la norma de un colegio para una actividad académica, como lo es la historia, estaríamos corriendo el riesgo de limitar precisamente lo que hace que ella sea valiosa: la libertad de crítica.

Esta última razón es aún más importante. El Colegio supone el control de la actividad por licenciados en historia, quienes por medio de dispositivos legalmente permitidos, se atribuirán el derecho de juzgar la práctica profesional de todos los historiadores. En una disciplina que se nutre de la disidencia, del debate y la crítica, es muy riesgoso aceptar esta propuesta. Corremos el peligro de que en algún momento algún colega y sus investigaciones sean denunciados ante el tribunal, y que sea sancionado por opinar y escribir en contra de la tendencia de los directivos del colegio, seguramente acusado de no ser “científico” ni “objetivo”. Por otro lado, aunque los historiadores no solo se dedican a la docencia, establecer a la licenciatura como requisito para la colegiatura y el ejercicio de la actividad, va en contra de la actual Ley universitaria que exige la maestría para enseñar en las universidades. Además, estancaría a los profesionales en historia: ¿Si (supuestamente) tengo asegurado empleo como licenciado, por qué hacer maestrías o doctorados? Por lo tanto, en lugar de estimular la investigación, la estancaría.

Es evidente la ausencia de empleo adecuado para el historiador, situación mucho más lacerante en el interior del país. Pero el problema no se arreglará con una ley, dado que no se origina en la falta de reconocimiento del historiador, sino en los indebidos privilegios de otras disciplinas. Por ejemplo, en ciudades con alto flujo turístico los guías ejercen el monopolio de la actividad, desplazando a profesionales con igual o mayor capacidad como historiadores o arqueólogos. La respuesta de crear un monopolio para combatir a otro no es la solución. Se debe proponer que se eliminen esos privilegios creados por las universidades e institutos que ofrecen la carrera de turismo, abriendo el ejercicio a otras disciplinas, las cuales, además, son desde las cuales se forma a los guías.

La propuesta de restringir el ejercicio de la historia y la colegiatura a quienes cuentan con la licenciatura en historia es francamente inadmisible. Varios colegas han señalado las incongruencias de aceptar esta norma, la cual hubiera impedido el ejercicio de brillantes historiadores como Jorge Basadre o Raúl Porras. La respuesta de quienes impulsan el proyecto es que eso sucedía en otros tiempos, pero ahora no es posible permitirlo por la profesionalización existente. Entonces, de admitir esta idea, el Colegio no mira al futuro, solo al pasado, se estaría afirmando que en los tiempos venideros nadie que no provenga de la licenciatura será capaz de investigar y publicar como historiador. Así, en el futuro no contaríamos con estudiosos de la talla de Heraclio Bonilla, Nelson Manrique, John Murra, y muchos otros más, debido a que no serían admitidos en el Colegio por no ser historiadores de profesión, lo cual impediría que ejerzan como historiadores públicamente. Es cerrar la investigación para el futuro, de esta manera no se la promueve, por el contrario, se la empobrece. Incluso, el proyecto cierra las puertas en el futuro a los numerosos historiadores regionales y locales que son autodidactas como lo fue María Rostworowski. Muchos conocemos infinidad de trabajos de intelectuales de provincia, quienes han presentado valiosas investigaciones publicadas como historias locales de gran importancia. Sus autores no podrían participar en eventos dirigidos a los historiadores ni dialogar con ellos.

Un último punto. Se afirma que en las convocatorias para concursos públicos los historiadores pierden las plazas por no estar colegiados. Esto es cierto, pero porque quienes convocan aplican indebidamente los requisitos. Las disposiciones actuales exoneran a los historiadores de la colegiatura porque no contamos con  ella. Lo que hay que hacer es exigir el cumplimiento de la ley y no proponer la creación de esta instancia. El colegio de historiadores promovería la exclusión porque no es necesario tener el título de licenciado para obtener maestría y doctorado en historia. Así, lo que ocurriría es que un licenciado en historia (quizá por examen) le ganaría una plaza de trabajo a un magister o doctorado. No hay que olvidar que la licenciatura es un título, no un grado, es la licencia para ejercer validada por el estado. Los grados son: bachiller, maestría y doctorado, y en una carrera académica como la historia, los dos últimos permiten la especialización y la investigación. Todo lo demás es populismo histórico.